Insisto.
Y sigo alucinando al conocer a jóvenes veintegenarios que hablan como si fuesen
de verdad octogenarios. Como si ya lo hubieran aprendido todo de la vida y estuviesen
interpretando su papel, el que ellos se han preparado para poder seguir sus “irrompibles”*
esquemas.
Y no
entiendo qué se espera de una vida en la que no hay tecla de borrar, en la que
no se tocan los esquemas, que son así y punto. Porque lo que saben les parece
suficiente y no quieren más. ¿Cómo se cuenta la experiencia? ¿Cuándo es
bastante conocimiento?
Rehacer
de nuevo los esquemas es un coñazo, como reconstruir un castillo de naipes que
se derrumbó justo cuando ibas a poner la última carta. Pero su castillo es de
Lego, mucho más firme pero imposible de levantar si no es con Lego. En cambio
el de naipes, hecho de triángulos será una estructura sólida con cualquier
material.
¿Pero
cómo son felices? ¿Se habrán parado a pensar en lo monótono que parece –o es-
su día a día, en el que ya no se acostarán cada noche sabiendo algo nuevo? ¿De
qué manera se consiguen taponar los oídos del entendimiento y callar los gritos
de la curiosidad? ¿Cómo será el tropezón? ¿Cómo de doloroso el aterrizaje? Pero
te levantarás para ver cómo se te tronchó una llave de ese esquema, tan
irrompible, que no colocaste con suficiente atención porque ya dabas por hecho
que era perfecto.
Desde
luego la vida –como decía un viejo amigo- es la más cruel de las maestras.
Yo no pretendo
aburrirme de las sorpresas, ni acostumbrarme a las caídas y sus aterrizajes.
Espero seguir conociendo gente, ideas, datos, principios, y a veces hasta todo
junto, en esta tómbola de la feria que es el mundo. Un mundo dónde faltan muchas cosas, pero nunca el circo.
Pero
sobre todo no soportaría cansarme de las infinitas preguntas de mi Curiosidad,
que es el combustible necesario para llegar al siguiente eslabón.
P.D. Sí, digo insisto porque no es la primera
vez que hablo sobre esto. Sí la primera que lo escribo, pero si escribiera
tanto como hablo acabaría con el Amazonas en un mes.
*Irrompibles, entre comillas porque no creo que su
firmeza se base en la estabilidad de los esquemas, si no en el ciego
convencimiento de que son así y punto. Sin vuelta de hoja. ¡Por el amor de
dios! Siempre hay una hoja a la vuelta, o se abre una ventana, o se salta al
vacío sin mirar si hay agua. Pero el punto y final aquí sólo se admite tras la
última respuesta.
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