Brotes

16 de septiembre de 2010

¡Que paren el mundo que me quiero bajar!

Cada día estoy más convencida de que vivimos en un mundo en que la imagen, el aspecto de las personas vale mucho más que las personas mismas.

Y que rara vez se encuentra a alguien que esté libre de estos prejuicios.

Os pondré un claro ejemplo: el mío.
Voy a empezar el tercer curso de carrera (Biología) y sólo tengo una asignatura pendiente de primero y otra de segundo. Y una matrícula de honor en una anual de segundo.
Pero la gente sigue pensando que soy un deshecho social que acabará sus días en algún agujero maloliente que prefieren ni imaginar. Porque mi aspecto, mis pintas y los bares por los que salgo de fiesta les dicen más que mis notas académicas. Porque un pelo largo y cuidado vale más que una cresta. Unos Levi’s más que las mayas del mercadillo. Una camiseta de marca más que una de Eskorbuto. Ser demócrata más que ser ácrata. El pop más que el punk.

¿Cómo no voy a querer cambiar el mundo?
¡Este mundo es una mierda!
¿Por qué parece que nadie es capaz de preguntarse el por qué de todo lo establecido?
No podré cambiarlo, pero me conformo con saber que tengo mi pequeño trocito de universo en el que nada está preconcebido. Aquí es dónde quiero estar, y a los demás… ¡que espabilen o que les peten el ojal!

No quiero vivir en un mundo en el que cuente más lo caro que sea el traje que llevas que tu coeficiente intelectual.

Adiós.

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