Porque cuando un problema sólo existe en tu maldita cabecita masoquista empeñada en hacértelo pasar mal, siempre viene bien que algún amigo lo escuche y no pueda evitar reírse.
De repente eres capaz de pensar "¡joder! ¡qué estupidez!" y seguir viviendo (o sobreviviendo, en Salamanca los fines de semana no me permiten otra cosa.)
Muchas gracias a todas esas personas que no se toman la vida demasiado en serio.
Imagina el día que te toque hacer reducción al ridículo.
ResponderEliminarCebra.